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lunes, 4 de febrero de 2013

Amarrado a ti Capítulo 59





En un piso en Milán (Giulia)
 
Suspiro, dejándome caer en su pecho. Ha sido increíble. Darío me besa en la frente y me abraza fuerte. Alzo la vista y le miro a los ojos. Sonríe con un brillo especial y me da un beso en la nariz, obligándome a sonreír también. Sus ojos color avellana se clavan en los míos, haciendo que sienta un cosquilleo en el estómago. Estiro el cuello hasta llegar a sus labios y los beso, saboreándolos. 
-Ha estado perfectamente perfecto- susurra, soltando una carcajada. 
-Tú has estado perfectamente perfecto- rectifico.
-No mientas, tú has estado perfectamente perfecta.
-No, tú has…- me calla con un beso, me mira y ríe.
 
En ese mismo lugar (Darío)
 
Esta vez le ha dado mil vueltas a la noche del pub. No ha tenido nada que ver. Sinceramente, me ha gustado mucho más, bueno, mejor dicho, no se puede comparar. No sé si vamos muy rápidos o qué. Pero no hemos forzado, lo hemos decidido los dos. Estoy cansado, tengo ganas de dormir, pero no puedo apartar la mirada de esos ojos azules. 
Giulia apoya su cabeza en mi pecho de nuevo, cerrando los ojos. Entonces me viene a la cabeza una imagen. Una chica de tez clarita, pelo oscuro y ojos color miel. Siento un pinchazo en el corazón. Aroa. ¿Qué estará haciendo ahora? ¿Qué será de ella? Ya llevo un año y medio con la incertidumbre de qué hubiese pasado si no me hubiera ido. 


Dos años antes. 31 de Diciembre, Barcelona (Aroa)
 
-¡Aroa! Haz el favor de salir ya de tu habitación que te estamos esperando- grita mi madre al otro lado de la puerta.
-¡Ya voy!- le devuelvo el grito, histérica. 
Resoplo mientras me miro al espejo. Mis padres han decidido invitar a los padres de Darío a cenar con nosotros. No sabía qué ponerme, he salido esta tarde de urgencia para buscar algún vestido. El que he comprado no me acaba de convencer, pero es lo mejor que tengo. Es sencillo, negro, a medio muslo, con caída a partir de la cintura y de palabra de honor. No es feo, pero lo veo soso. No me queda mal, pero odio mis caderas. Cuando he ido creciendo se me han ido ensanchando y las odio. En el pelo llevo tirabuzones, pero ya están un poco caídos, me duran muy poco. Me he maquillado más de lo habitual, es una fecha especial, me gusta despedir el año, es buena señal, es el final de una etapa. 
Me vuelvo a observar en el espejo, me miro a los ojos y me veo diferente, me veo mayor y es una sensación extraña. Tengo dieciséis años, lo sé, os pareceré una cría, pero me siento mayor. Y dentro de dos años ya haré los dieciocho. Me pregunto si conseguiré entrar a la universidad de periodismo, rezo porque así sea. A mi madre no le hace mucha gracia, dice que no tengo futuro, que debería estudiar otra cosa, como por ejemplo, magisterio, sí, como mis dos primas, está empeñada en que estudie eso. Yo creo que se pondría incluso más contenta si le dijese que estudio una filología antes que aspiro a periodista. En fin…
-¡Aroa! ¡No te lo digo más, baja de una vez!- grita de nuevo.
-¡Que ya voy!- grito, echándome colonia. 
Me vuelvo a giras hacia el espejo. Mi padre tiene razón, podría tirarme horas mirándome. Buf, es que me gusta estar segura de cómo voy. Decido no hacer esperar más a mis padres y salgo de la habitación apagando la luz y bajando las escaleras con cuidado. Los tacones nuevos son demasiado altos, espero no caerme.
-Menos mal- susurra mi padre, levantándose del sofá-. Cuando te cases deberás empezar a arreglarte un día antes.
Los demás ríen. La pareja de invitados está al lado de mi padre y al lado de la ventana está él. Darío. Me ruborizo cuando se gira para observarme y le doy un vistazo rápido sin que se dé cuenta. Viste un pantalón de traje negro y una camisa blanca. Del brazo cuelga una chaqueta americana a juego con el pantalón. ¿Cómo puede ser tan guapo? ¿Cuándo me atreveré a decirle que me gusta? Nunca, nunca me atreveré. 
-Hola- consigo decir, sonriendo nerviosa. 
Los padres de Darío se acercan y me dan dos besos. Él también hace lo mismo y luego me dedica una sonrisa. Su madre se va a la cocina junto a la mía y los dos hombres se sientan en el sofá a conversar. 
-Hoy te has maquillado más que otras veces- dice sin mirarme.
-Vaya, sí que te fijas- sonrío.
-Mujer, para no darme cuenta-se ruboriza.
-¿Es para tanto? ¿Crees que me he pintado mucho?- digo preocupada. Darío suelta una carcajada.
-No, tranquila, estás bien. Además, ¿qué importa lo que yo piense?- más de lo que crees. Eres la única razón por la que me arreglo.
-Tienes razón, no hace falta que te guste.
-Vale, pues, no me gusta-. ¿Lo dice en serio?
-¿En serio?
-¿No dices que no te importa lo que yo piense?
-Imbécil- le doy con el codo en el abdomen.
-Tonta- sonríe. 

2 comentarios:

  1. ¡Qué mona Aroa ^_^! Seguro que está muy nerviosa, pero, ¿se viste para cenar en su propia casa?

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