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lunes, 2 de diciembre de 2013

Amarrado a ti Capítulo 101

-¿Aroa? –pregunta la voz de Pablo al otro lado del teléfono y me quedo helada.
-Sí… soy yo… -nos quedamos en silencio y éste carraspea-. Necesito hablar contigo.
-Ahora no puedo, sólo quería preguntarte cómo estabas.
-Ah, bien –miento-. ¿Y tú?
-Muy bien también –me duele escuchar esas dos palabras por su parte, porque probablemente sean ciertas-. Ya… Ya hablaremos.
No me da tiempo a responder un “sí” porque le devuelve el móvil a Lucía y ésta se despide de mí porque tienen clase.
-Está bien, ya nos veremos cuando vuelva. ¡Un beso!
-Hasta pronto, Aroa, otro beso para ti –y termina la llamada.
 
 
En una universidad de Barcelona (Pablo)
 
-Quiere hablar conmigo –comento, apoyándome en la puerta.
-¿Y por qué no le has dicho nada? –pregunta Lucía poniendo los brazos en jarras.
-Porque no sé qué me quiere contar, no quiero quedar como un estúpido…
-¡¿Como un estúpido?! Ya estás actuando como tal dejándola ir.
-No la estoy dejando ir… -contesto algo mosqueado.
-¿Qué no? ¿Entonces por qué carajos no le has dicho que la quieres?
-¿Acaso piensas que me es fácil soltar algo así? ¡Vamos, Lucía, no tengo ni idea de lo que ella está haciendo allí ni si siente algo por mí!
-Yo no digo eso, pero has tenido la oportunidad de confesárselo y la has malgastado preguntándole si estaba bien.
-Está bien sin mí –aprieto los dientes con rabia al recordar sus palabras.
-Te necesita más que nunca –me echa en cara Lucía.
-No digas tonterías, allí tiene todo lo que ha querido.
-No estés tan seguro de ello –me da una palmada en el hombro y entra a clase junto con unos cuantos alumnos más.
-Ahora ya es tarde –murmuro mintiéndome a mí mismo.
 
 
En un local de Milán (Darío)
 
Todavía no acabo de asimilar lo que ha ocurrido, todo ha sido muy extraño y no puedo creer que me haya reencontrado con Aroa. Después de tanto tiempo… Me siento diferente. Todos esos sentimientos que tenía por ella… Ya no están; todo lo que sufrí por ella ya no está. Y me alegro de haber ganado al pasado.
-¿Sabes? –sonríe Giulia al otro lado de la barra y le pido que siga hablando-. Me ha gustado eso de que soy tu novia.
Me aseguro de que su padre se ha ido y entro en la barra, colocándome a su lado. 
-¿Acaso no lo eres?- rodeo su cintura, ignorando las miradas de los pocos clientes y beso sus labios con ganas de tenerla cerca.
-Creo que sí, y me gusta cómo suena –agacha la cabeza intimidada por la mirada de los demás.
Me aparto de ella y voy en dirección al escenario. Enciendo el micrófono y carraspeo para que me miren. 
-¿Hola? ¿Se me escucha? –Hablo a través de éste y las personas que hay asienten con la cabeza, observándome con cierta curiosidad-. Bien… Quería hablaros de una persona… Una persona que ha conseguido sacarme miles de sonrisas, una persona que me ha hecho sentir como nunca nadie lo había hecho, a pesar de todo –Giulia me observa desde la barra y me mira interrogativa-. Esa persona está aquí y se llama Giulia. ¿Giulia? –la llamo y acude al escenario, colocándose a mi lado, con las mejillas sonrojadas-. Es ella, mi novia, y la quiero más que a nada en este mundo –alguna pareja suelta un “oooh” a lo lejos y nos reímos.
-Eres idiota –contesta Giulia, quitándome el micrófono-. Yo también te quiero –se acerca a mí y me besa en los labios delante de toda esa gente y con el rostro ardiendo de la vergüenza.
Al terminar, me percato de que Donato acaba de llegar al local y nos observa con los ojos como platos desde la entrada.
-Mierda… -murmura Giulia, apartándose de mí.
Bajamos del escenario y nos dirigimos de nuevo a la barra.
-Chicos, ¿se puede saber qué ha sido eso? –pregunta seriamente.

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