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lunes, 16 de diciembre de 2013

Amarrado a ti Capítulo 103

Dos años y medio atrás, en una casa en medio de Barcelona (Laia)
 
-¿Qué haces hoy aquí? –río sorprendida al verle en la puerta de mi casa.
-Quería verte –sonríe y me da un beso en los labios antes de decidirse a entrar.
-Pero habíamos decidido que hoy no quedaríamos, mañana hay examen de historia…
-Lo sé, pero estoy cansado de hablar de guerra cuando tengo la posibilidad de hablar de lo mucho que te quiero a ti –rodea mi cintura y sonríe de oreja a oreja.
-Eres imbécil –suelto una carcajada y me aparto de él al escuchar los pasos de alguien detrás de mí. 
-¿Quién es? –pregunta una voz femenina.
-Es Pablo, mamá –sonrío sin poder evitarlo y mi madre me imita, entrando a la cocina.
-Bueeeeeno… Vas a dejarme entrar, ¿no? ¡He traído pizzas!
-¿Dónde…? –miro sus manos vacías y no hay ni rastro de ellas.
-Perdona, pero tengo prisa, no eres el único –comenta enfadado alguien desde afuera y me percato de que es el repartidor. No puedo evitar soltar una carcajada.
-Tenga –Pablo le entrega el dinero y recoge las pizzas.
Yo le dejo pasar y nos dirigimos a la sala de estar. 
-Laia –mi madre asoma la cabeza por la puerta-. Papá y yo nos vamos a casa de la abuela –sonríe a Pablo y me sonrojo ante su gesto.
-Marta, yo no quiero que los chavales se queden solos en casa, ya me entiendes –murmura mi padre desde el pasillo.
-Pedro, haz el favor de callarte, que te van a oír –le manda callar mi madre, como si nosotros no estuviésemos entendiendo sus susurros-. Chicos, nos vamos –comenta y sale de casa, acompañada de mi padre que nos echa una mirada de desconfianza.
 
-Parece que a tu padre no le gusto mucho… -vuelve de la cocina, después de tirar los restos de pizza a la basura. Estaba riquísima.
-Es así, si fuese por él, ¡no tendría novio hasta los cuarenta!
-¿Tanto voy a tener que esperarme? – ríe, dejándose caer a un lado del sofá.
-Si me quieres, sí –sonrío, sentándome sobre él.
-Te quiero –se pone serio y me mira a escasos centímetros de mí. 
-No te creo –beso sus labios y me aparto un poco.
-Te quiero –sujeta mi cadera, me eleva y corre hacia mi habitación.
-¡No, no, no! ¡PARA! –río nerviosa y con miedo a caerme.
Una vez allí, nos tiramos sobre la cama, riendo como dos niños pequeños.
-Mientes –sonrío, atrayéndolo hacia mí.
-Te quiero –junta nuestros labios y me pierdo en ese beso.
-No, estás mintiendo –niego con la cabeza.
Me acerca a él y me besa en el cuello. Suelto un suspiro al sentirle cerca y él murmura de nuevo un “te quiero”. Siento su cuerpo contra el mío, suave y fuerte, y me deshago de todas las prendas que nos impiden rozar en cielo. 
-Te quiero –confiesa con la voz entrecortada.
-Lo sé –muerdo su labio inferior y me olvido de todo.
-No, no lo sabes.
-¿Ah, no? ¿Entonces para que me lo repites tanto?
-Para que no me olvides –se pone serio y su respiración se acompasa con la mía.
-No lo voy a conseguir… nunca.
-¿Acaso lo vas a intentar?
-No lo quiero intentar –susurro.
-Yo tampoco quiero que lo hagas…
Nos perdemos en los labios del otro y nos demostramos todo lo que las palabras nunca podrán decir.
 

Actualidad, en un apartamento de Barcelona (Pablo)
 
Todavía se acuerda de mi pizza preferida. Parecerá una gran tontería, un mísero detalle, pero es algo que dice mucho de ella. Todo esto quiere decir que no quiso olvidarme en su momento. Aún así, preferiría que me hubiese conseguido olvidar, me duele ver que no puedo corresponderla cuando sus sentimientos hacia mí son tan fuertes. 
Pero es que es Laia, fue mi mejor amiga y lo sabe todo de mí, no se le escapaba nada y cualquier dato le parecía curioso para aprenderlo. Es muy importante para mí, siempre lo ha sido, y es por eso que me preocupa que me quiera.
-¿Sabes algo de Aroa? –pregunta haciéndome volver al presente.
Está parada junto a la encimera y me mira con los ojos ausentes, como si me atravesase con esa mirada color tierra.  
-Quiere hablar conmigo –murmuro y miro el techo blanco de la cocina.
-¿Habéis hablado? –me mira confundida.
-Sí, bueno, sólo le he preguntado qué tal estaba.
-¿Y nada más?
-No, hemos quedado en que hablaremos en otro momento –nos quedamos pensativos y rompo de nuevo el silencio-. No sé qué hacer, Laia…
-La quieres, ¿no? –carraspea al pronunciar esas palabras. Sé muy bien lo que le cuesta hablar de todo esto conmigo aunque intente disimular. Asiento ante su pregunta-. Pues haz todo lo que esté en tu mano para recuperarla, no la dejes ir, Pablo, te lo digo muy en serio.

2 comentarios:

  1. Me encanta simplemente me encanta y quiero leer más, por cierto hay unas letras que se pierden porque se salen de area donde pusiste el texto y se mezclan con las secciones que tienes del lado derecho
    Saludos!

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  2. aaiishhh, ¡Qué difícil que es todo! ¿Es necesario que las relaciones humanas sean tan complicadas?? Aunque bueno...después de meditarlo un poco, nada sería tan emocionante como amar a alguien si el procesos no nos hiciera desear aunque sea un poco ¿no?
    Me encantó. Ya quiero leer el próximo...YA!
    Un beso ENORME

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